martes, 25 de julio de 2017

Les Contes d'Hoffmann (DVD Sony 2017)

Mucho cuento

La Royal Opera House recupera de nuevo una de sus más afamadas producciones: la versión de Contes d’Hoffmann que el director cinematográfico John Schlesinger creara en 1980 y que el teatro londinense ha repuesto en varias ocasiones, con protagonistas que van desde figuras doradas como Plácido Domingo o Alfredo Kraus, hasta nombres más prosaicos como Marcelo Alvarez o Rolando Villazón.

No fue hasta muy avanzada su carrera cuando Schlesinger decidió dar el salto al mundo operístico, y tras el debut con estos Contes, apenas volvió a reincidir en dos o tres títulos más: Rosenkavalier, Ballo in Maschera o Peter Grimes. Sus aproximaciones, siempre desde un clasicismo bien entendido (aunque hay que tener en cuenta que en su tiempo los hunos escénicos todavía no habían copado el terreno, y aún crecía la hierba), partían, como debe ser, desde la esencia musical y de ahí se desarrollaba la idea y las situaciones teatrales, sustentada sobre todo en una sugerente labor actoral. En concreto, esta producción de la ópera de Offenbach, que ha sido recreada para la ocasión por Daniel Dooner, sigue manteniendo lozanía,  espíritu, y poder atmosférico, además de suponer un oasis para la vista del aficionado operístico, acostumbrado a que le sangren los ojos, un día sí y otro también, con el consuetudinario cutrerío minimalista.

Por contra, el rutilante protagonista elegido para esta reposición nos devuelve a la prosa de la vida: la emergente estrella Vittorio Grigolo es la típica voz juvenil, bella y fresca, acompañada además de una buena planta, pero en pañales técnicamente hablando. Ciudadanos que deberían de estar casi empezando la carrera de canto, a día de hoy son las grandes estrellas que pueblan los primeros teatros del orbe. Pero no debemos afligirnos porque todo es factible de empeorar de aquí a poco. Y el caso es que tampoco el papel de Hoffmann es el más idóneo para que el ciudadano Grigolo pueda brillar. Hay bastantes momentos que le ponen en un compromiso en la zona grave (la balada de “Kleinzach” sin ir más lejos). En las situaciones más líricas no sabe recoger la voz y opta por el falsete desapoyado y filiforme. El canto es por las bravas, espontáneo y generoso, pero plagado de sonidos abiertos, y rehúye las puntature al agudo, no escritas, pero que una estrella que se precie debe de regalar al respetable, aunque sea de vez en cuando. En fin, nos queda la “querida presencia”, cual Comandante Che Guevara.


Thomas Hampson afronta los cuatro malvados con los restos de una voz como la suya, que nunca fue nada del otro mundo, llena de sonidos sordos y vacíos de sustancia. Por momentos, grita más que canta. Suple las carencias vocales con sus dotes histriónicas en una obra que se presta a ello a poco que se tenga cierta pericia escénica, y Hampson la tiene. Algo es algo. Sofia Fomina encarna a la muñeca Olympia con desenvoltura y gracia en el aspecto teatral, y con facilidad en las subidas al agudo, si bien los sonidos no parece que estén canónicamente liberados, circunstancia que también se aprecia en la zona central, donde la voz se queda atascada entre la gola y la boca. De escaso interés la Giulietta de Christine Rice, voz estridente y metálica, poco apropiada para las voluptuosidades de su personaje, y perfectamente prescindible el Nicklausse de Kate Lindsey, que da la sensación de ser una voz mal impostada y que no pasa más allá del cuello de la camisa.

Lo más disfrutable del elenco vocal viene ofrecido por la Antonia de Sonya Yoncheva, ésta sí estrella emergente, pero con los papeles en regla y consistentes hechuras vocales y artísticas (además de alguna otra). Hace unos meses debutaba el papel de Norma en este mismo teatro y salía muy airosa de semejante envite. Aquí demuestra que es una cantante seria y aplicada, con fantasía para colorear y aligerar la emisión en función de la naturaleza de sus personajes. La voz, además, es espléndida, de amplio caudal y bien contorneada. Sin lugar a dudas, una de las cantantes jóvenes más interesantes y atractivas, a la que habrá que seguir con máxima atención en el inmediato futuro. Entre los secundarios, buen nivel de Vincent Ordonneau en el desempeño de los cuatro sirvientes, y eficaz el veterano Eric Halfvarson como Crespel, más por la experiencia que por la voz, que está hecha unos zorros.

La labor orquestal corre a cargo de Evelino Pidó, que se conforma con dirigir el tráfico para que la maquinaria funcione y no haya mucho atasco, pero queda todo en perfil bajo, monocromo, plomizo incluso, sin distinguir caracteres ni atmósferas, en una obra tan rica como ésta. Nada que ver, por descontado, con las filigranas de Georges Pretre en la primigenia versión audiovisual de esta producción. Aquello era perfume francés… ¡Y del caro!

Como viene siendo ya demasiado habitual en los últimos tiempos en las ediciones videográficas de las grandes marcas, los subtítulos en español brillan por su ausencia: debe ser porque sólo somos 500 millones de potenciales compradores. Lo que sí viene como añadido es un interesante reportaje sobre la obra, y las labores llevadas a cabo para la reposición de la legendaria producción de Schlesinger.


No hay comentarios:

Publicar un comentario